sábado, 19 de noviembre de 2016

Uno de los muertos, Parte 1

Apenas llevaba un par de minutos fuera, pero el traje negro que le acompañaba a todas partes ya se había fundido con las sombras de la noche. Poco más que oscuridad había por aquel sitio remoto, la llama del cigarrillo que sostenían sus heladas manos era lo más parecido a una luz que podía verse por allí. La elección de una pequeña caseta perdida en mitad de la nada no había sido fruto del azar, nadie podía enterarse de lo que allí estaba ocurriendo. Era el momento de volver adentro y acabar de una vez por todas lo que había empezado, ya se había entretenido demasiado, así que se apresuró en poner fin a la vida del pitillo con una intensa calada.
Atado de pies y manos a una vieja silla y con la boca amordazada, el hombre que esperaba dentro sintió un horrible escalofrío cuando vio la puerta abrirse de nuevo. Cada paso que daba hacia él aquel desconocido hacía correr un nuevo temblor por su cuerpo, ya se había divertido bastante a su costa o, al menos, eso era lo que él pensaba. Y aunque le costó todo un mundo asumirlo, finalmente entendió que no había manera de escapar de allí, por lo que decidió cerrar sus ojos y hacer volar su mente. ¿Cómo podían haber cambiado así las cosas de un momento para otro?, aquella misma mañana había estado jugando como un niño con sus hijas pequeñas, y por la tarde había quedado con aquellos amigos que tantos meses llevaba sin ver. Precisamente, fue de camino a aquel esperado encuentro cuando, sin previo aviso, recibió un tremendo golpe en la cabeza. Lo siguiente que vería al abrir los ojos serían aquellas cuatro paredes negras que, si nadie lo impedía, iban a presenciar su final.
¿Por qué a mí?, se repetía a sí mismo una y otra vez, entre lágrima y llanto, convencido de la injusticia y la crueldad del destino. Sin embargo, a pesar de aquellos lamentos, lo cierto es que nada de casualidad había en lo que le estaba sucediendo. El hombre de negro que lo había arrastrado hasta allí sabía muy bien quién era él y las cosas que había estado haciendo, de nada le iba a valer seguir ocultando sus secretos más inconfesables. Si el perdón era la llave de su salvación, no parecía que aquel día fuera a tener suerte, había llegado la hora de pagar por sus pecados.

Uno de los muertos, Parte 2:
Reservoir Dogs Quentin Tarantino
Foto: Reservoir Dogs (1992) Dir. Quentin Tarantino

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