sábado, 22 de octubre de 2016

Sonrisas sin lágrimas

La dictadura del miedo había llegado para quedarse, ¿quién habría dicho que apenas habían pasado un par de semanas? La violencia se había hecho con el control de las calles, las aceras bañadas de sangre ya no extrañaban a nadie. La paz que había presidido hasta entonces aquel tranquilo pueblo había sido secuestrada, nadie estaba a salvo fuera de casa. Los periódicos de todas partes no tardaron en hacerse eco de la noticia, cuatro enmascarados disfrutaban convirtiendo sus excesos en diversión allí por donde pasaban. Todo el mundo lo sabía, pero al final de cada caza siempre daban con algún incauto con la palabra víctima escrita en su frente, ¿podría alguien poner fin a aquella locura?
Costaba creer que nadie hubiera sido capaz de atraparles, lo cierto es que no eran, en absoluto, discretos. Aquellos que fueron víctimas de sus macabros juegos ya nunca olvidarían las siniestras máscaras que usaban para ocultar sus pecados. La más escalofriante de ellas era, sin lugar a dudas, la que cubría la cara del líder del grupo. El rostro de un jabalí con melena era la inquietante imagen que muchos veían antes de perder el conocimiento. Sin embargo, debieron de pensar que aquello no era tan escalofriante, así que fueron todavía más allá. Una siniestra melodía que uno de ellos reproducía de algún modo acompañaba a cada una de sus fechorías, mezclándose con las carcajadas que brotaban desde lo más oscuro de sus corazones. Y aunque aquella canción se hizo muy conocida, nadie tenía el valor de escucharla, por razones más que obvias. ¿Quién habría podido imaginar que un día llegaron a ser personas normales? De hecho, ninguno de sus vecinos podría haber encajado que el más joven de ellos era ese chico educado que siempre saludaba, un muchacho que todavía tenía varios años de colegio por delante.
Y cuando parecía que aquello no había hecho más que empezar, se esfumaron por completo de la noche a la mañana. Tal vez no fueran más que animales para muchos, quizá realmente lo eran, pero para nada eran idiotas. Su búsqueda se había vuelto tan intensa que no tuvieron más opción que desaparecer, ya no quedaban lugares sin curiosos donde pudieran divertirse. Los días del terror fueron pasando, lentamente, hasta que la calma regresó de nuevo a las vidas de la gente. Incluso hubo algunos que, con más corazón que cabeza, llegaron a pensar que tenían tanto miedo de ser atrapados que habían escapado para ya nunca volver. Pero la mayoría de los vecinos sabía muy bien que seguían entre ellos, ajenos a toda preocupación, y que era cuestión de tiempo que volvieran a hacer de las suyas. Y no les faltaba razón, aquella terrorífica música envuelta de risas no tardaría en sonar una vez más.

La Naranja Mecánica A Clockwork Orange Stanley Kubrick
Foto: La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange) (1971) Dir. Stanley Kubrick

viernes, 14 de octubre de 2016

Azares sin fortuna

Aunque todos a su alrededor jadearan como locos, él había enmudecido por completo. El cañón de la pistola estaba empapado por el sudor de su sien, y el dedo con el que estaba a punto de apretar el gatillo no dejaba de temblar. Aquella misma tarde le habían convencido de que la ruleta rusa no era más que un juego, pero no tardó en darse cuenta de que los dados y las cartas que tantas horas le habían robado nada tenían que ver con aquello. Si ganaba la partida, su vida podría volver de nuevo a la normalidad, por cortesía, eso sí, de la sangre del muchacho que estaba sentado frente a él.
Su chica nunca llegó a entender cómo el alcohol había convertido, sin que pudiera darse cuenta, lo que un día fue su vida en un juego sin reglas. Tan sólo unos meses atrás pasaba cada noche abrazado a ella, su amor era suficiente para llenar el vacío de su torturada alma, y así sería hasta que el azar se cruzó por sus caminos. Un día como otro cualquiera, seguramente un sábado, uno de sus amigos tuvo una gran idea: ¡qué bien lo iban a pasar en aquel enorme casino que nunca habían pisado! Y así fue, tanto, que volverían semana tras semana en busca de aquella sensación. ¿Cómo podían no haber ido antes? Nunca se había sentido tan vivo, no había apuestas sin copas, y no había copas sin mujeres. En poco tiempo, aquello se convirtió en su única vida, y todo lo que antes tenía había desaparecido, incluso ese amigo que había tenido aquella brillante idea. El alcohol hizo que todo sucediera mucho más deprisa, no fue hasta que llegó al borde del abismo cuando al fin entendió lo que había ocurrido. ¿De verdad le debía todo ese dinero a aquellos tipos? ¿Dónde se había metido su auténtica vida?
Pero todo apuntaba a que ya era demasiado tarde para hacer preguntas. El delirio del alcohol pronto dio paso al escalofrío de la muerte, nunca había arriesgado tanto en ningún otro juego, a cambio de tan poco. Todo por perder y nada que ganar, ¿por qué llamarían juego a aquella estupidez?, se repetía a sí mismo, una y otra vez. Justo en ese momento, le pareció ver, escondida entre la multitud, a su chica, llena de esa luz que ya no brillaba en su vida y con la mirada clavada hasta el fondo de su corazón. Había ido hasta allí sólo para rescatarle, pensó él, aunque tal vez no fuera más que un espejismo haciéndole ver todo lo que había perdido. Sin embargo, todavía era pronto para descubrirlo, el gatillo estaba esperando.

El Cazador The Deer Hunter Michael Cimino Robert de Niro
Foto: El Cazador (The Deer Hunter) (1978) Dir. Michael Cimino

jueves, 6 de octubre de 2016

Amar con el Diablo, Parte 2

Lo había escuchado alto y claro, pero no podía dejar de frotarse los ojos. Aunque fuera mucho más real que cualquiera de sus pesadillas, era del todo imposible que aquello estuviera sucediendo de verdad. Las llamas trataban de escapar de los ojos de aquel personaje, una mirada inyectada en sangre que se clavaba hasta el fondo de su alma. De su cabeza brotaban dos largos cuernos, y eran tan rojos como la cola puntiaguda que asomaba detrás de él. El Diablo se había aparecido en mitad de la noche como por arte de magia, con un tridente en una mano y una oferta bajo el brazo. Pero, ¿por qué a él y no a otro? Aquel hombre asustado no era nadie, ni tenía nada, o, al menos, eso era lo que creía.
Nada más y nada menos que fortuna, ¡todo lo que hubiera podido imaginar! Esa vida de lujo con la que llevaba tantos años fantaseando estaba, de repente, al alcance de su mano. ¡Qué generoso, este Diablo!, pensó por un momento. ¿Por qué la gente hablará siempre tan mal de él? Su imaginación empezó a volar, ya podía verse a sí mismo relajado en la arena de la isla paradisíaca que llevaría su nombre, y también a todos esos peces junto a los que nadaría por las aguas cristalinas de sus playas. Sin embargo, aquella euforia no duraría mucho, pues no era un regalo lo que el Diablo tenía para él, sino un trato. A cambio de todo aquello, lo único que tendría que hacer sería renunciar a ese amor que acababa de entrar a su vida. Además, el Diablo, tratando de fingir algo de empatía, le garantizaba que su chica no sufriría en absoluto. Si aceptaba aquel pacto, a la mañana siguiente ella le habría olvidado por completo. Siempre había pensado que el amor era lo más importante, pero, al fin y al cabo, apenas hacía un par de meses que se habían conocido, y nadie podía asegurarle que aquello fuera a ser para siempre.
Y aunque al principio tuvo algunas dudas, no tardaría mucho en tomar una firme decisión. No iba a cambiar el amor por nada en el mundo, aquella mujer podría ser el amor de su vida y no estaba dispuesto a renunciar a ella. Tan pronto como aquellas palabras salieron de su boca, el Diablo se esfumó y la habitación volvió a la normalidad. El calor dio paso de nuevo al frío y, pasados pocos minutos, se durmió profundamente. Cuando despertó, fue directo a mirarse en el espejo, como cada mañana, y al ver su rostro reflejado en el cristal volvió a preguntarse una vez más por qué seguía solo. Tanto la última noche como los recuerdos de aquel amor se habían borrado de su mente, aquella noche alguien más había recibido aquella misma oferta, pero él ya nunca lo sabría.

Wish You Were Here Pink Floyd
Foto: Detalle de la Portada del Álbum "Wish You Were Here" (1975) 
Art. Pink Floyd

domingo, 2 de octubre de 2016

Amar con el Diablo, Parte 1

Dos eran las cosas que aquel hombre había deseado desde bien niño: amor y fortuna. Sin embargo, el destino debió de pensar, por algún motivo que a él se le escapaba, que ninguna de esas cosas estaban hechas para él. Su treinta cumpleaños había sido hacía sólo una semana y, desde entonces, día y noche se preguntaba qué había hecho mal. Vivía en un pequeño apartamento, donde apenas había espacio para él mismo, y su vieja cartera estaba vacía como regla general, sin duda por culpa de aquel trabajo que, aunque odiaba con toda su alma, no podía abandonar. Pero, dejando todo eso a un lado, su mayor preocupación era que no tenía a nadie con quien compartir su vida. Tal vez no tuviera una gran vida que ofrecer, pensaba él, pero el amor nada tiene que ver con eso, ¿no?
Las semanas seguían pasando, una detrás de otra y cada una de ellas igual que la anterior. Y no fue hasta que sus pocas esperanzas estaban al borde del abismo, si es que no se habían evaporado ya, cuando sucedió lo que parecía imposible. Había conocido al fin a una mujer fantástica y, después de un par de meses, su vida se había llenado de luz gracias a ella. Aunque todavía era muy pronto y hablar de una relación seria seguía siendo un tabú, la alegría había enterrado a su tristeza y los días ya no pasaban sin sentido. Eran dos almas perdidas que se habían encontrado por el camino, y disfrutaban de cada momento que pasaban juntos como si fuera el último. Desde luego, él vivió mucho más durante aquellos meses que en los últimos años, y estaba convencido de que ella también. Los dos coincidían en casi todas sus pasiones, sobre todo en la música, todas las semanas iban a bailar a un local donde sólo se escuchaba rock and roll. Puede que la fortuna quedara aún muy lejos, pero ¿acaso era eso tan importante? ¡Por fin había encontrado el amor!
Una noche como otra cualquiera, algo realmente extraño estaba a punto de poner a prueba sus sentimientos. Mientras dormía plácidamente en su cama, el aire de la habitación empezó a volverse espeso poco a poco, hasta convertirse en una especie de humo. Las paredes blancas se tiñeron de rojo, y el frío que congelaba sus pies dio paso a un calor inusual para ser invierno. Una misteriosa figura emergió de pronto entre las sombras, acompañada únicamente de un destello cegador. Cuando abrió los ojos y vio todo aquello no lo dudó ni un instante, tenía que ser un sueño o, más bien, una pesadilla. ¿Cómo iba a ser aquello verdad?, ¡si era el Diablo quien estaba en frente de su cama! La situación se volvió todavía más dantesca cuando aquel personaje se acercó a él y le dijo en un tono relajado: “No estás soñando, he venido a hacerte una oferta”.

Amar con el Diablo, Parte 2:
http://lasvidasquenofueron.blogspot.com.es/2016/10/amar-con-el-diablo-parte-2.html

Pulp Fiction Quentin Tarantino Uma Thurman John Travolta
Foto: Pulp Fiction (1994) Dir. Quentin Tarantino