domingo, 15 de marzo de 2020

Nuevo Proyecto: Datus Magnificus

Hola a todos!

Después de tanto tiempo, me paso por aquí para deciros que hemos iniciado un nuevo proyecto.
Se trata de una cuenta de Twitter, llamada @datusmagnificus, en la que compartiremos curiosidades de todo tipo. Cine, música, historia, naturaleza... ¡y mucho más!
Os invitamos a todos a uniros a la cuenta, y a compartir vuestras curiosidades con nosotros!

Un abrazo!

https://twitter.com/datusmagnificus


jueves, 31 de agosto de 2017

El tiempo del paso

            El padre de familia, como cada mañana, dio un beso en la frente a su mujer y marchó a cumplir con su viejo ritual. El antiguo espejo de la familia, que había pasado de padres a hijos durante generaciones, estaba esperando su cita diaria. Aquel hombre trasnochado, sin salirse lo más mínimo del guión que el tiempo había escrito poco a poco, miró su rostro reflejado en el cristal después de frotar sus ojos con indiferencia. Allí volvió a encontrarse con aquel cobarde que tanto le avergonzaba, el mismo que hacía años había dicho adiós a los sueños de su juventud, ¿y a cambio de qué? Su futuro estaba atado a esa familia que, con el paso del tiempo, cada vez se parecía menos a aquella vida que un día pensó que sería para siempre. Sin embargo, en uno de los rincones del espejo, todavía quedaba algo del reflejo de sus viejas ilusiones.
            El joven hijo, cada mañana, siempre se quedaba hipnotizado un par de minutos delante del antiguo espejo de la familia. Apenas había empezado a descubrir qué era eso de la vida en realidad, y aquella antigualla tenía algo que le atrapaba antes de afrontar cada nuevo día que se presentaba. Como si de magia se tratara, aquel enorme cristal conseguía reflejar sus mayores sueños e ilusiones. Una sonrisa idiota invadía su rostro por completo cada vez que se veía a sí mismo reflejado, ya fuera viajando a aquellos lugares exóticos que no podía quitarse de la cabeza, o conquistando un nuevo corazón allí por dónde pasara. Poco más podía ver allí aquel iluso, poner los pies en el suelo era el último de sus intereses, a pesar de que nunca hiciera nada por sacar aquellos sueños del interior del espejo. Qué rápido iba a cambiar todo aquello en tan solo unos años, aunque él estuviera convencido de todo lo contrario.
            El anciano abuelo, como no podía ser de otra manera, cada mañana se miraba en el antiguo espejo de la familia. Aquella reliquia, con la que tantos momentos había compartido, no reflejaba ningún remordimiento, ni tampoco ilusiones que ya no vendrían. Aunque necesitó muchos años para comprenderlo, finalmente se dio cuenta de que, en realidad, aquel cristal no reflejaba más que lo que cada uno quisiera ver allí. Desde entonces, ninguna fantasía se paseó por allí para embaucarle, ¿por qué iba a quedarse plantado allí soñando sin más, en lugar de perseguir sus sueños? Tampoco vería allí nada de lo que lamentarse, ¿cómo hacerlo, si las decisiones de su vida siempre habían estado en su mano? Pero, aunque supiera que había estado equivocado toda su vida, nada le hacía más ilusión que ver a su nieto fantaseando delante del antiguo espejo de la familia.


El Show de Truman The Truman Show Peter Weir Jim Carrey
Foto: El Show de Truman (The Truman Show) (1998) Dir. Peter Weir

miércoles, 2 de agosto de 2017

Iniciativa: Seamos Seguidores (2)

Seamos seguidores es una iniciativa pensada para crear una pequeña comunidad de blogs que se conozcan y colaboren entre sí. Sobre todo está dirigida para aquellos que están dando sus primeros pasos en la red, ¡como nosotros! Entre el mantenimiento del blog, el trabajo de las entradas y la vida personal de cada uno, a veces resulta difícil dedicar tiempo para conocer otros blogs interesantes. Así que me ha parecido una iniciativa excelente y participaré en ella sin dudarlo.

¿Queréis saber en qué consiste?

Es muy sencillo. En primer lugar, debéis seguir mi blog y después dejar un comentario en esta entrada con el enlace a vuestro blog, para que yo también os pueda seguir.
Finalmente, sólo tenéis que llevaros esta imagen y esta explicación a vuestro blog para que otras personas os puedan seguir y sepan que colaboráis con esta iniciativa, así podréis seguir también a los que os comenten.
Espero vuestros comentarios una vez que me sigáis y estaré encantado de visitaros y seguiros, ¡pero acordaos de dejar el enlace a vuestro blog!


PD: He publicado una segunda entrada de la Iniciativa porque la primera había superado ya los 100 comentarios. Os dejo a continuación el enlace a la primera entrada, en la que podréis encontrar el Blog de otras personas a las que seguir. Gracias.


lunes, 31 de julio de 2017

El regalo del abuelo

Aquel oro deslumbrante escondía, al menos, los secretos de una vida entera. Tal vez hubiera pasado por muchas más manos, pero ¿cómo iba a saberlo aquel niño de tan solo diez años? Lo único que él sabía es que ya era suyo, al fin lo tenía entre sus manos o, para ser más exactos, en su estrecha muñeca. Toda la familia quería el viejo reloj del abuelo, aunque muchos sólo pensaran en vender aquel trasto inútil y darse un buen capricho. Otros, menos codiciosos, querían mantener vivo el recuerdo de su entrañable abuelo. Él, en cambio, era el único que conocía la verdad que ocultaban aquellas viejas agujas.
Era su nieto favorito, con él no podía guardar secretos. Su chico tenía que saber que, llevando aquel reloj, los buenos momentos duraban casi eternamente y, además, se convertían en recuerdos inolvidables. “Todavía eres muy pequeño para comprenderlo, pero algún día, cuando seas mayor, lo entenderás”, le decía siempre el abuelo. Y aquel inocente niño, que aún no podía saber nada de la vida, siempre replicaba con un ingenuo y sonoro: “Yo ya no soy pequeño”. Pronto se dio cuenta de que su querido abuelo decía la verdad. Cada vez que sucedía algo emocionante, las agujas del reloj comenzaban a moverse más y más despacio, hasta casi detenerse por completo. Mientras los años iban pasando –ni siquiera el reloj podía luchar contra el paso del tiempo–, su memoria se llenaba, poco a poco, de grandes momentos que recordaba con todo detalle. El primer beso que robó, o aquella vez que logró ganar una carrera al imbécil de su hermano mayor, estaba seguro de que nadie más podía recordar esas cosas tan bien como él.
Nadie sabía vivir la vida como él, todo gracias al regalo del abuelo. De hecho, según se hacía más mayor, sus experiencias eran cada vez más intensas, y su huella todavía más imborrable. Llegada la adolescencia, no tardaría en llegar el momento de los momentos. Una noche como otra cualquiera, conoció a una chica que le cautivó, y estaba convencido de que nada de lo que hubiera vivido antes estaría a la altura. Y así fue, durante la noche más larga de su corta vida, llegó a creer por momentos que el tiempo se había detenido por completo. “¡El reloj lo ha vuelto a hacer!”, fue lo primero que pensó a la mañana siguiente, justo antes de darse cuenta de que ni la chica, ni su preciado reloj, se habían despertado con él. Ningún recuerdo sería tan inolvidable como aquella mañana que dijo adiós a su inseparable amuleto. Fue entonces cuando comprendió que, tal vez, el reloj no había sido el único regalo de su abuelo.


Pulp Fiction Quentin Tarantino Cristopher Walken
Foto: Pulp Fiction (1994) Dir. Quentin Tarantino

miércoles, 31 de mayo de 2017

Desde que llevo amándote

Noche tras noche, trabajando hasta las once, hace tiempo que olvidé desde cuándo. Hace de esta vida una triste monotonía, ¿cómo puede ser esto lo correcto? Tal vez sea cierto que he sido el mejor, el mejor de los idiotas. Pero hice todo lo que pude, bien lo sabes, sólo porque te quiero, amor. Por cuánto te amo, mi vida. Porque, cariño, desde que empecé a amarte, estuve a punto de perder mi loca razón.
Todos trataban de decírmelo, no le hacías ningún bien a mi vida. De verdad, lo he intentado. ¿Acaso no di lo mejor de mí? Trabajando hasta las once, noche tras noche, y eso ha hecho esta triste monotonía de mi vida, ¿cómo va a ser eso lo correcto? Porque, cariño, desde que llevo amándote, estoy a punto de perder mi loca razón.
Las lágrimas siguen cayendo, como la lluvia, ¿acaso no lo oyes? ¿Cómo olvidar aquel recuerdo? Aquel día que me quedé llamando a tu puerta, ¿lo recuerdas tú, amor? ¿Cómo pudiste, con esa sangre fría, decirme que ya no me querías? Cuando al fin logré abrir la puerta, pude oír cómo te marchabas por atrás. ¿Cuál será ahora tu puerta? Y es que, cariño, desde que llevo sin amarte, he perdido mi loca razón.”

Versión libre de “Since I’ve Been  Loving you”
Álbum “Led Zeppelin III” (1970) Art. Led Zeppelin

Foto: Portada del Álbum “Led Zeppelin III” (1970) Art. Led Zeppelin

domingo, 30 de abril de 2017

Sueños cruzados

Sus miradas volvieron a cruzarse con timidez, una noche de sábado más, mientras cada uno de ellos intentaba disfrutar de la compañía de sus viejas amistades y pasar un buen rato. La mayoría de las veces, sin ningún éxito, muy a su pesar. ¡Maldita compañía!, debía de pensar él, cada vez que chocaba con el intenso brillo de sus ojos, sabiendo que podría estar pasando aquellas horas a su lado. Ella era todo lo que él siempre había buscado, aunque, a decir verdad, hasta que la conoció no sabía que hubiera estado buscando nada. ¿Pensaría ella lo mismo?, eran las únicas palabras que se hacían eco en su mente, una y otra vez, mientras removía su copa sin parar y fingía prestar atención a sus amigos.
¡Pero cómo iba a saberlo!, los nervios se adueñaban de él por completo cuando ella esbozaba aquella dulce sonrisa, la misma con la que ya había soñado más de una noche. ¿Dar el paso él y acercarse a hablar con ella?, ¡pero qué locura, y con tanta gente en el local! Ya se daría la ocasión, tarde o temprano, ¡cuestión de tiempo! O, al menos, eso era lo que a él le gustaba pensar, aunque tal vez no fuera más que la excusa perfecta para su falta de coraje. Mientras tanto, ella seguía preguntándose, todas las noches, por qué aquel chico tan interesante apartaba su mirada cuando ella le regalaba su sonrisa más sincera. Y es que también él se había colado alguna que otra vez en sus sueños, aunque no tuviera forma de saberlo. Sin embargo, las semanas iban pasando una tras otra y, a diferencia de sus sueños, sus caminos nunca llegaban a cruzarse. ¿Dar el paso ella y acercarse a hablar con él?, ¡pero qué locura, y con todos sus amigos delante! Al final de la noche, cada una de aquellas miradas no sería más que una nueva oportunidad perdida.
Si algo cierto hay, es que nada dura eternamente, y menos ocasiones como aquéllas. Un sábado más, después de una larga semana como las anteriores, acabaría siendo muy distinto al resto. Aunque aquella noche el local estaba más lleno que nunca, él nunca lo había notado tan vacío. Buscó su mirada sin descanso por todos los rincones, pero ella no estaba por ninguna parte, y ya nunca volvería a dejarse ver por allí. A pesar de que su camino siguió hacia adelante, nunca logró olvidar la luz de aquellos ojos que un día le robaron el corazón. Pero, a veces, la vida guarda pequeñas sorpresas bajo su manga. Pasaron muchos años, ¿cuántos?, nunca se había parado a contarlos. Fue en el momento más inesperado del camino, cuando sus miradas se cruzaron de nuevo, y aquella vieja sensación despertó para recorrer sus cuerpos una vez más. ¿Daría el paso alguno de los dos?, ¡sería una locura no hacerlo!

El Show de Truman The Truman Show Jim Carrey Ed Harris
Foto: El Show de Truman (The Truman Show) (1998) Dir. Peter Weir

domingo, 2 de abril de 2017

El hombre perfecto, Parte 2

Cada lunes, recién entrada la mañana, se repetía la misma historia. Apenas había cruzado las puertas del instituto, pero sus compañeros ya le habían rodeado por completo, cortando su camino hacia la clase. Deseosos por saber cómo había ido su fin de semana, no le dejarían avanzar hasta escuchar de su boca las últimas noticias, recién salidas del horno. Lejos de molestarle todo aquel teatrillo que se formaba siempre a su alrededor, no había nada mejor para su ego que ver cómo la admiración brillaba en los ojos de los demás. De hecho, presumir de sus aventuras amorosas delante de todos era, para él, incluso mejor que vivirlas. ¿Por qué se iba a comprometer con alguna de esas chicas?, ¡ser el rey de la clase no tenía precio!
Sin embargo, durante varios años parecía haber olvidado que su vida un día había sido así. Una de aquellas chicas, con las que tanto le gustaba jugar, logró robarle el corazón, y tal vez algo más que eso. Ella fue modelando poco a poco su carácter, con una gran sutileza, mientras la felicidad iba cegando cada vez más los ojos de él. Su rebeldía pronto fue desterrada, y la humildad acabaría ocupando al fin el lugar de su arrogancia. El resto, sería cuestión de tiempo, hasta que finalmente se convirtió en el hombre perfecto. Y aunque al principio sus viejos amigos fueron los únicos en notarlo, él mismo acabaría dándose cuenta, cuando empezó a hacer muchas de esas cosas que siempre había odiado, sólo por ella. Cada vez que se peinaba esa ridícula ralla a un lado, o cuando vestía con aquel anticuado jersey que ella misma –cómo no le había regalado, algo se removía de arriba abajo en su interior, sobre todo cuando sus amigos se divertían a su costa. Con el paso del tiempo, su cabeza terminaría convirtiéndose en una olla a presión, una bomba de relojería que, algún día, tendría que estallar.
La explosión llegaría cuando nadie lo esperaba, justo en medio de aquel local al que tanto iban –por supuesto, sólo porque a su "amor" le gustaba–, y delante de la mirada atónita de todas las amigas de ella. Después de reventar contra el suelo las jarras de cristal que acababa de pagar, de su boca ya no saldrían más versos de amor. Los duros reproches dejarían sin palabras a su chica, y a todos los presentes con la boca abierta, ¿podría haber una liberación mejor? Sin embargo, los cristales rotos y la rabia de aquellas palabras no llegarían a salir de su imaginación. Toda su frustración se convirtió, una vez más, en aquella cínica y seductora sonrisa que tanto le gustaba a todo el mundo. Al fin y al cabo, él era el hombre perfecto por el que todas sus amigas suspiraban.

Grease Randal Kleiser John Travolta
Foto: Grease (1978) Dir. Randal Kleiser

domingo, 12 de marzo de 2017

El hombre perfecto, Parte 1

Por fin era viernes y, como cada semana, sus amigas y ella habían quedado en el mismo sitio de siempre. Todas charlaban y reían como de costumbre, pero la mente de una de ellas andaba en otro lugar. La joven no podía dejar de devorar sus uñas, preguntándose dónde podría haberse metido su chico. Pero la espera no tardaría en llegar a su fin, tras varios minutos que para ella fueron horas, las puertas del bar se abrieron de par en par. Nada más cruzar la entrada, todas las miradas se dirigieron hacia él, era siempre el centro de atención allá adónde iba. Como si llevaran años sin verse, la inquieta novia dio un brinco de su taburete y corrió a su encuentro como una flecha. La pareja se fundió en un intenso abrazo, a ella le encantaba esa indescriptible sensación de tenerlo entre sus brazos, aunque lo que más le gustaba era, sin lugar a dudas, ver cómo los celos invadían la cara de sus amigas.
Para las amigas de ella, él era el hombre perfecto, todas suspiraban cada vez que aparecía. Era un joven alto y atractivo, de muy buena apariencia. Ninguno de los otros chicos de por allí vestía con tan buen gusto, nunca dejaba ni un solo detalle de su imagen al azar. Además, era simpático y educado, pero no aburrido. Era listo e ingenioso, pero no arrogante. También era detallista y generoso, lo primero que hizo, después de saludar a todas sus amigas, fue ir a la barra para invitar a su chica. Cerveza sin alcohol para los dos, como no, ella quería que fuera así. En cambio, los amigos de él pensaban algo muy distinto. ¿Qué había sido de su viejo amigo?, aquél que no creía en el amor, el mismo que siempre sería un alma libre. Ellos bien lo sabían, poco a poco se había ido convirtiendo en una persona diferente. Ahora era el blanco de todas las bromas, los suspiros de las chicas no eran nada al lado de las risas de sus compañeros. La primera vez que apareció con aquella pajarita que su “amor” le había regalado, las carcajadas se hicieron eco por todas las paredes. Luego vendrían el jersey de punto de las últimas navidades, la camisa de lino y aquellos mocasines que ni siquiera su padre se pondría. Y aunque él siempre hiciera ver que nada le importaba, la realidad era bien distinta.
Todo aquello llevaba varios días rondando su cabeza, ¿por qué tenía que vestir esa ridícula pajarita de la que todos se reían? ¿Y por qué tenía que beber esa estúpida cerveza sin alcohol que no sabía a nada? El olor dulzón de su colonia, esa que ella misma le había regalado por su último aniversario, comenzó a invadir cada uno de los rincones de su cuerpo, ¿era posible que hubiera algún olor más desagradable en el mundo? ¿Cuándo demonios había dejado de tomar sus propias decisiones? Las risas de sus amigos comenzaron a resonar en el interior de su cabeza, cada vez con más intensidad, hasta que ya no pudo más. Todas aquellas emociones que tanto tiempo llevaba reprimiendo al fin verían la luz, cuando reventó las jarras de cerveza contra el suelo y lanzó un grito de ira que dejó el local enmudecido.

El Gran Gatsby The Great Gatsby Baz Luhrmann Leonardo di Caprio
Foto: El Gran Gatsby (The Great Gatsby) (2013) Dir. Baz Luhrmann

domingo, 19 de febrero de 2017

Por destino la locura

Aunque todavía era posible ver a una tímida Luna, los primeros rayos del alba ya habían entrado en escena. Aquellas no eran horas para merodear por allí, la carretera que cruzaba aquel árido paisaje estaba desierta, casi por completo. Una alargada silueta atravesaba la calima a toda velocidad, las manos que sujetaban el volante bien sabían que detenerse no sería una opción. Su juicio estaba nublado por completo, los tambores no dejaban de resonar en su cabeza. Ajeno al peligro que se alzaba ante sus propios ojos, el temerario conductor cerró los ojos por un momento con una inquietante tranquilidad. La locura no era la única causa de sus delirios, algo más había empezado a correr por sus venas sin control.
Las millas se sucedían una detrás de otra, parecía que ningún obstáculo pondría fin a aquel disparate, un viaje absurdo con la muerte como único posible destino. Pero, ¿de qué estaba huyendo?, sólo él podía saberlo con certeza. ¿De la muerte, tal vez?, no eran pocos los que habían puesto precio a su cabeza. Llevaba años tentando a la suerte  con sus turbios negocios, las mismas drogas que ahora nublaban su mente tenían la culpa. ¿Del vicio, entonces?, la adicción había domado su voluntad hacía años. Quizá aquello fuera razón suficiente para muchos, no para él, había elegido libremente aquel camino. ¿Podría ser por amor?, ese mismo amor que tanto había envenenado su alma, mucho más que cualquier otra sustancia. Sin embargo, y a pesar de la intensidad de aquella pasión, de todos los momentos compartidos, ella siempre fue la última de sus prioridades. Nada de aquello tenía que ver, ¿es que acaso tenía que haber algún motivo? Si aquel trayecto era un sinsentido era, precisamente, porque no había ninguna razón.
La vida para él era poco más que un juego, una continua partida de cartas, nunca se había tomado nada con seriedad. Los últimos años se había dedicado a tomar errores por decisiones, pero era lo único que le hacía sentirse vivo. ¿Qué importaba todo lo demás?, hacer lo correcto era demasiado aburrido, ¡aquello sí que sería echar a perder su vida! No era sólo aquel viaje, su vida entera no tendría más destino que su propia locura. El camino era ahora un callejón sin salida, y el final parecía estar muy cerca. Los dados estaban en el aire, y el redoble de los tambores era cada vez más intenso. Si todo tenía que acabar, ¿a quién le importaba?, su trastorno le había devorado hacía ya mucho tiempo. Pero el apetito de su demencia era voraz, y no iba a saciarse sólo con él. El asiento del copiloto no estaba vacío, también aquella joven aterrorizada sería víctima de su locura.

Pulp Fiction Quentin Tarantino John Travolta
Foto: Pulp Fiction (1994) Dir. Quentin Tarantino

lunes, 13 de febrero de 2017

El amor de su vida

       Al fin lo había conseguido, noche tras noche soñando lo mismo desde hacía años, su rostro lo reflejaba perfectamente. Las lágrimas podrían saltar de aquellos ojos vidriosos de un momento a otro, y su cara tenía dibujada una estúpida sonrisa de felicidad. Una luz muy tenue teñía de un intenso rojo las paredes, a juego con los pétalos que había esparcidos por todas partes, la ocasión bien lo merecía. Todavía le costaba creerlo, la mujer a la que había amado toda su vida estaba allí, tumbada al otro lado de la cama. ¿Podría sentirse más afortunado?, ¡claro que no!, todo estaba sucediendo tal y como él lo había imaginado tantas veces en su cabeza.
       Quizás fuera poco más que un niño la primera vez que la vio, pero su corazón quedó prendado para siempre por el verde salvaje de sus ojos. El amor era para él algo extraño, un idioma que nunca nadie le había enseñado, hasta ese preciso instante. Justo cuando sus miradas se cruzaron, lo entendió perfectamente. Aunque varios años de instituto les unieron, él era un chico tremendamente tímido. Pensó que la amistad sería un buen comienzo, necesitaba que ella estuviera en su vida de algún modo, y tal vez algún día aquello podría cambiar. Sin embargo, nunca tuvo el valor suficiente para dar un paso hacia adelante. Los años fueron volando uno a uno, mientras sus noches se consumían lentamente, siempre con su imagen como estrella. El tiempo condenó su indecisión, y como sentencia vería sus caminos separados, cada vez más y más. Lo único que todavía le mantenía unido a ella, su amistad, terminó siendo todo un tormento. ¿Cómo pudo llegar a pensar que ser amigos sería una buena idea?, estar a su lado sin poder tenerla, sin poder decirle todo lo que sentía, era la peor de las torturas. La esperanza mantuvo vivo su amor durante años, pero la desilusión lo convirtió rápidamente en obsesión. Los sueños que le hacían volar cada noche pasaron a ser terribles pesadillas, la ilusión de la que se había alimentado tanto tiempo dio paso a un dolor que no podía soportar.
Pero aquel sufrimiento no sería eterno, un día tomó la firme decisión de dar un giro a su destino. Después de aquello, ya no tendría que soñar más, ni tampoco volvería a llorar de desesperación. Ahora ella era para él, sólo para él, no había nada ni nadie entre los dos. Los nervios asaltaron su cuerpo por completo, su mano no dejaba de temblar. Cuando por fin acarició la cara de su amada, sintió que su piel estaba algo más fría de lo habitual, aunque él ya se imaginaba que sería así. Al hacerlo, sus dedos se mancharon de sangre, pero tampoco aquello tenía importancia para él, nada iba a poner fin a la magia de la escena. La vida les había separado demasiado tiempo, ahora la muerte les uniría para siempre.

Forrest Gump Robert Zemeckis Tom Hanks
Foto: Forrest Gump (1994) Dir. Robert Zemeckis