martes, 13 de septiembre de 2016

La compañía de la soledad

La soledad que estaba devorando su alma había sido, un par de años atrás, aquello con lo que más fantaseaba. En su mente no dejaban de agolparse recuerdos, algunos felices y otros no tanto, que en su día fueron momentos a los que no daba ninguna importancia. Tal vez nunca fueron importantes, puede que tan sólo fuera uno más de los efectos de una locura que por aquel entonces era su única compañía. Una horrible melancolía llegó de la mano del tiempo que tan lentamente transcurría en aquella isla perdida, una amarga sensación que le hacía añorar incluso lo que más odiaba de su antigua vida.
Esas corbatas que apenas le dejaban respirar, las mismas que tenía que llevar todos los días en el trabajo del que tanto se quejaba con sus viejos amigos los viernes, le parecían fabulosas al lado de los harapos que quedaban de su ropa. De las bebidas con las que disfrutaba ahogando sus penas, y alguna que otra cosa más, casi no se acordaba, el calor era tan sofocante que habría cambiado todo el alcohol del mundo por un trago de agua fresca. ¡Cómo habían cambiado las cosas! ¿Quién habría dicho que las curiosas criaturas que merodeaban por allí iban a despertar algo de ternura en su interior? Nadie se lo podría haber imaginado al ver qué bien lo pasaba cuando iba a cazar todos los domingos, y algún que otro sábado también. Y cómo echaba de menos a aquella mujer que cada noche se preguntaba dónde estaría su marido, aunque ya supiera muy bien la respuesta. Pero de lo que más se acordaba era, sin lugar a dudas, de aquellas pequeñas cuatro paredes que tantas horas contemplaba desde su viejo sofá diciéndose a sí mismo que se merecía algo mejor, ¿qué probabilidad había de acabar en una estúpida isla desde el salón de casa?
Sin embargo, justo cuando había empezado a asimilar que quizá ya nunca volvería y a darse cuenta de lo imbécil que había sido al no haber valorado su vida como debía, de repente apareció la silueta de lo que parecía ser un barco. Podría no haber sido más que una de sus continuas alucinaciones, pero era tan real como el Sol que había abrasado su piel durante los últimos años, ¡al fin había llegado la hora de volver a casa! Parecía que de allí iba a salir un hombre nuevo y, por el contrario, mientras se alejaba de la que había sido su prisión volvieron a su cabeza, poco a poco, las razones por las que nunca había apreciado lo que tenía. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, vista desde la lejanía, aquella isla desierta no estaba tan mal.

Náufrago Cast Away Robert Zemeckis Tom Hanks
Foto: Náufrago (Cast Away) (2000) Dir. Robert Zemeckis

2 comentarios:

  1. Muy chulo el final ;)
    Eso nos pasa un poco a todos

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    Respuestas
    1. No será ni la primera ni la última vez que le pase a alguien, desde luego... Un saludo!

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