Lo había escuchado alto y claro, pero no podía dejar de frotarse
los ojos. Aunque fuera mucho más real que cualquiera de sus pesadillas, era del
todo imposible que aquello estuviera sucediendo de verdad. Las llamas trataban
de escapar de los ojos de aquel personaje, una mirada inyectada en sangre que
se clavaba hasta el fondo de su alma. De su cabeza brotaban dos largos cuernos,
y eran tan rojos como la cola puntiaguda que asomaba detrás de él. El Diablo se
había aparecido en mitad de la noche como por arte de magia, con un tridente en
una mano y una oferta bajo el brazo. Pero, ¿por qué a él y no a otro? Aquel
hombre asustado no era nadie, ni tenía nada, o, al menos, eso era lo que creía.
Nada más y nada menos que fortuna, ¡todo lo que hubiera podido
imaginar! Esa vida de lujo con la que llevaba tantos años fantaseando estaba,
de repente, al alcance de su mano. ¡Qué generoso, este Diablo!, pensó por un
momento. ¿Por qué la gente hablará siempre tan mal de él? Su imaginación empezó
a volar, ya podía verse a sí mismo relajado en la arena de la isla paradisíaca
que llevaría su nombre, y también a todos esos peces junto a los que nadaría
por las aguas cristalinas de sus playas. Sin embargo, aquella euforia no
duraría mucho, pues no era un regalo lo que el Diablo tenía para él, sino un
trato. A cambio de todo aquello, lo único que tendría que hacer sería renunciar
a ese amor que acababa de entrar a su vida. Además, el Diablo, tratando de
fingir algo de empatía, le garantizaba que su chica no sufriría en absoluto. Si
aceptaba aquel pacto, a la mañana siguiente ella le habría olvidado por
completo. Siempre había pensado que el amor era lo más importante, pero, al fin
y al cabo, apenas hacía un par de meses que se habían conocido, y nadie podía
asegurarle que aquello fuera a ser para siempre.
Y aunque al principio tuvo algunas dudas, no tardaría mucho en
tomar una firme decisión. No iba a cambiar el amor por nada en el mundo,
aquella mujer podría ser el amor de su vida y no estaba dispuesto a renunciar a
ella. Tan pronto como aquellas palabras salieron de su boca, el Diablo se
esfumó y la habitación volvió a la normalidad. El calor dio paso de nuevo al
frío y, pasados pocos minutos, se durmió profundamente. Cuando despertó, fue
directo a mirarse en el espejo, como cada mañana, y al ver su rostro reflejado
en el cristal volvió a preguntarse una vez más por qué seguía solo. Tanto la
última noche como los recuerdos de aquel amor se habían borrado de su mente,
aquella noche alguien más había recibido aquella misma oferta, pero él ya nunca
lo sabría.
Amar con el Diablo, Parte 1:
Foto: Detalle de
la Portada del Álbum "Wish You Were Here" (1975)
Art. Pink Floyd
... no podría ser de otro modo en el mundo en el que vivimos. Estupendo final Alberto!
ResponderEliminarAlgún día las excepciones se convertirán en la regla general, todo depende de nosotros mismos. Un saludo!
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