Lo más sencillo para él habría sido esfumarse
del cuadro y volver al museo en aquel preciso instante, pero apenas acababa de
llegar, y entre cada viaje su hermana y él tenían que esperar alrededor de media
hora. En cualquier caso, marcharse sin Mary no era una opción, así que inspiró
todo el aire que sus pulmones le permitieron y empezó a correr tan rápido como
pudo hacia la lejana ciudad en llamas. Al echar su cabeza hacia atrás, se dio
cuenta de que todos los curiosos personajes que había por allí le estaban persiguiendo.
Un cerdo con un velo de monja y un conejo con aspecto de cazador fueron los únicos
que logró distinguir, las demás criaturas no se parecían a nada que hubiera
visto antes. “¡Daos prisa o éste también se escapará! –exclamaba uno de ellos,
refiriéndose probablemente a Mary– ¡cogedle o el amo volverá a castigarnos!”. Por
suerte, resultó ser que ninguno de ellos era demasiado rápido, por lo que al
fin pudo llegar a la ciudad llameante sin ser atrapado. Las calles de aquel
sitio comenzaron a llenarse de toda clase de seres, cada uno más raro que el
anterior, portando desde antorchas hasta tridentes afilados a más no poder. Michael
no tuvo más remedio que esconderse en el primer callejón que encontró, por alguna
razón no iban a parar hasta que lograran ponerle la mano encima.
Mary llevaba años agotando la paciencia
de su hermano, cada vez que visitaban un museo cometía la misma travesura, y a
Michael no le quedaba más remedio que ir detrás de ella. Aunque después de cada
una de sus escapadas –o, al menos, así es como a ella le gustaba llamarlo– siempre
prometía que no volvería a hacerlo sin avisar, la joven nunca fue capaz de
cumplir su palabra. “¡Es la última vez que voy a por ella! –se decía el muchacho
a sí mismo, enfurecido a la vez que asfixiado por un calor abrasador–, ¡la próxima
vez tendrá que arreglárselas ella sola!”. Sin embargo, a pesar de que nunca
antes había estado tan enfadado, en el fondo era un gran alivio para él saber
que su hermana había conseguido escapar de las garras de aquellas criaturas. De
repente, cuando parecía que ya nada podía ir a peor, la tierra empezó a temblar violentamente. Michael
se asomó a la esquina del callejón para descubrir qué estaba ocurriendo, fue en
ese momento cuando comprendió por qué los lugareños temían tanto la furia de su
señor. El amo del Infierno acababa de llegar a la ciudad, y todo apuntaba a que
iba a unirse a los demás en su búsqueda. El joven quedó aterrorizado en cuanto lo
vio, un gigante con cabeza de pájaro y un caldero por sombrero, sabía que aquel
monstruo era capaz de devorar a una persona en un abrir y cerrar de ojos.
Capítulo anterior:
A través del lienzo, La ruta de las delicias: El Infierno (Parte 1):
http://lasvidasquenofueron.blogspot.com.es/2016/12/a-traves-del-lienzo-la-ruta-de-las-delicias-el-infierno-parte-1.html
Continuará en:
A través del lienzo, La ruta de las delicias: El Jardín (Parte 1)
Continuará en:
A través del lienzo, La ruta de las delicias: El Jardín (Parte 1)
Foto: Cristo en el Limbo (≈1575 d.C.) Art. Seguidor
de El Bosco
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