Tal
vez aquel bosque sombrío hubiera conocido noches más oscuras, una inmensa Luna llena
iluminaba con todo su esplendor el rocío de las hojas. Pero sólo por aquello no
iba a ser una escena más amable, el viento golpeaba con violencia una y otra
vez las ramas de los árboles. La fuerza del aire era tan intensa que la
ansiedad comenzó a invadir a las criaturas que había por allí, y no tardarían
en mostrarlo con toda clase de sonidos. Sin recordar cómo había llegado hasta
allí, una joven abrió los ojos de repente y se encontró a sí misma tumbada sobre
un lecho de hojas secas. ¿Era aquello un sueño? O, mejor dicho, ¿era aquello
una pesadilla?
Lo
primero que pensó ella fue que aquello no podía ser real, ¡era absurdo! ¿Cómo podía
haber aparecido en un lugar así sin acordarse de nada? Y aunque al principio
trató de mantener la calma, convencida de que su mente le estaba jugando una
mala pasada, el miedo empezó a extenderse poco a poco por su cuerpo. Sin previo
aviso, un lobo que no debía de andar muy lejos lanzó un aullido feroz,
silenciando por completo al resto de los animales. Convertida en presa del
pánico, la joven no pudo resistir más tras escucharlo, así que echó a correr desesperadamente.
Mientras corría sin parar, todo le parecía cada vez más y más real. Sus
esperanzas de que aquello no fuera más que una ilusión comenzaron a diluirse entre
la niebla, tenía la angustiosa sensación de que nunca sería capaz de encontrar
la salida. Sin embargo, cuando ya estaba a punto de tirar la toalla, sucedió algo
que ya parecía del todo imposible.
¡Una
casa ante sus ojos! ¡Y en mitad de la nada! Está claro que tiene que ser una
pesadilla, ¡demasiadas historias de miedo!, se dijo a sí misma. Y si todo
aquello era real, no tendría una oportunidad mejor para pedir ayuda o, al
menos, eso era lo que creía. Sin pensárselo dos veces, avanzó con paso firme hacia
la entrada. Su pulso se detuvo por un momento cuando, después de llamar varias
veces, la puerta se abrió de par en par. Quizás lo mejor en ese momento habría
sido darse la vuelta y marcharse de allí, pero estaba tan aturdida por la situación
que decidió adentrarse en la casa. Ya no sabía qué creer, sólo deseaba que todo
aquello terminara de una vez. Por fortuna o por desgracia, no iba a tener que esperar
mucho más, todas sus dudas se despejarían al fin, cuando algo tan frío como el
acero comenzó a deslizarse por su cuello lentamente.
Foto:
La Matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre) (2003) Dir. Marcus Nispel